Amables lectores:
ha pasado mucho tiempo desde mi ultima columna, lo cual ha sido rico en acontecimientos. Sólo que la musa inspiradora ha tomado vacaciones bajo mi consentimiento, y por tanto mi vida personal se ha destinado a asuntos personales de gran importancia.
Bueno, meditando en mi labor académica, nace una inquietud: ¿vale la pena hacerse amigo de los alumnos? el tema en cuestión deriva en 2 caminos: o te respetan y ven en tu trabajo una ayuda para forjar su futuro, o simplemente se hacen los amigos para buscar licencias para hacer lo que se les da la gana.
Muchos especialistas indican que los niños y jóvenes necesitan una autoridad que les dicte reglas claras y bien marcadas. Desgraciadamente veo que tienen razón: quise ser amigos de mis alumnos, sentirlos cercanos y que valoren lo que le enseño, lamentablemente no veo los resultados esperados: no prestan atención, juegan en medio de las clases, hacen o reciben llamados en medio de la clase, no toman apuntes, y se relajan ociosamente a pesar de lo que sus padres pagan por darles una educación de calidad. Una pena ver como desprecian la labor de un profesional que tiene conocimientos acabados y que se especializa por entregar ese conocimiento que desprecian a través de los logros sin esfuerzo obtenidos con malas practicas.
Ojala la juventud de hoy se de cuenta de que lo más valioso que pueden llegar a obtener es la educación que necesitan para valerse por si mismos, y no el celular de ultima tecnología que les regalan sus padres, a cambio de la atención y preocupación que no reciben.
hasta una nueva edicion