Chilenas y chilenos, donde quiera que se
encuentren:
Estamos ad portas de recordar en unos días mas
la gesta que nos identifica como chilenos, el 18 de septiembre de 1810; fecha
en la cual un grupo de criollos tomaron la decisión de formar un gobierno en
donde estaban representados los integrantes de la elite criolla chilena.
Durante décadas esta fecha que da inicio al proceso emancipador, ha sido recordada con cariño por nuestros
ancestros, y celebrada como una fecha de unidad y patriotismo.
Sin embargo,
los tiempos han cambiado: en las últimas décadas se han levantado brechas de
odio y resentimiento que han dividido a los chilenos, el consumismo y la
globalización ha borrado de un plumazo todas las tradiciones e identidad
nacional, el concepto "nacionalismo" es mal mirado y ha pasado a ser
sinónimo de "fascismo", en muchos colegios ya no se canta himnos
nacionales cada semana, la sociedad ha hecho de la competitividad, el
consumismo y el lucro su leif motiv, los padres no ven a sus hijos por llevar
el sustento diario, los vecinos desconfían entre sí mientras que los jubilados
ven pasar los días con mucha pena debido a los malabares que hacen para
sobrevivir.
Muchos no
prestarán atención a estas palabras, lo sé. Hemos perdido muchos de nuestros
valores, a tal grado que muchos prefieren celebrar estas fechas fuera de Chile
como si en todo el mundo se paralizara por las fiestas nacionales de una faja
de tierra. Los bailes típicos no se enseñan masivamente, todo se centra en
beber descontroladamente por unos días mientras que el resto del año se vive la
rutina diaria de una comunidad sin identidad.
¿Donde quedo
el esfuerzo de los hombres que murieron y que con su sangre se redactó el acta
de independencia? ¿Somos hijos dignos de dichos héroes? No estoy hablando de
los héroes que la historia oficial recoge y enseña en los colegios, sino del
hombre que toma su arma y va al combate, de la mujer que espera junto al fogón
con paciencia y dolor la llegada de su marido o su hijo para abrazarlo o velar
sus despojos, de aquel niño que juega sin saber si su padre volverá algún
día... Hoy ignoramos y sentimos que todo ello da lo mismo.
En septiembre
nos sentimos chilenos. El resto del año guardamos esta máscara y nos sumimos en
la amargura del diario vivir (o sobrevivir), de aguantar abusos, burocracia, de
resignarnos a decisiones arbitrarias, y de ver cómo las exitosas cifras que nos
muestran los medios y los gobernantes, solo nos permiten sacar una leve
tristeza de amargura ante una fantasía de la cual no gozamos.
Finalmente, solo nos queda como consuelo gritar con las pocas fuerzas que nos queda:
Finalmente, solo nos queda como consuelo gritar con las pocas fuerzas que nos queda:
¡VIVA CHILE!
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