Aún están latente en nuestras memorias los fenómenos ocurridos en Chile con el terremoto del año pasado; en parte gracias a la prensa televisiva que nos hizo recordar la "celebración" (no lo digo con ironía, es el Presidente de la República quien empleó dicho término) de dicha catástrofe; y en parte también por los sentimientos que experimentamos al enterarnos de que nuestros amigos nipones también sufrieron en carne propia algo para lo cual estuvieron preparados, pero que la naturaleza los superó con creces.
Terremotos hay en muchas partes del mundo, la pregunta que cabe formularse no es ¿estamos preparados para otra catástrofe?, sino ¿como vamos a reaccionar si este fenómeno de características similares vuelve a presentarse de improviso? Quizás ahora nos podemos sentir mas preparados porque logramos sobrevivir, y hacemos planificaciones, guías, marcamos rutas de evacuación, hacemos uno y otro ensayo acerca de la forma en que debemos reaccionar ante este tipo de hechos y la forma de evacuar, en fin: consultando a ingenieros, creando comités y con la asesoría de bomberos y carabineros, se logra crear el mas perfecto plan para enfrentar catástrofes. Todo se ve bonito en el papel. Aplicarlo ante una situación real es una cosa muy distinta.
A la población se le indica que, por ejemplo, ante una alerta de tsunami, deben acudir a pie hacia las zonas de seguridad, para mantener expeditas las vías de evacuación; pero en los hechos nos encontramos con tacos de vehículos que bloquean el acceso a dichas zonas, con el riesgo de atropello y de colapso que esto ocasionarían. A su vez, a medida que en una determinada región dejan de manifestarse la naturaleza de manera implacable, se dejan de aplicar los planes de evacuación y seguridad, y en caso de implementarse, la población se lo toma como un juego, con desdén y como un asunto sin importancia.
Se me viene a la mente el caso de una madre de familia a la cual su marido le dió indicaciones acerca de los procedimientos que debía aplicar en caso de accidente automovilístico, pero como nunca se hizo un ensayo de rutina, la mujer olvidó hasta donde tenia el botiquín y las herramientas para facilitar una rápida evacuación del vehículo. Las consecuencias fueron trágicas y la mujer ahora lamenta la pérdida de un hijo ahogado dentro de su automóvil, hundido en el fondo de un canal. No todos reaccionan de la misma forma: unos pueden tener la sangre fría para tomar los riesgos y salvar a sus seres queridos; y otros pierden por completo no solo la movilidad, también la conciencia y la noción del entorno en el cual vive.
La seguridad comienza por casa. Nunca esta de más tener una mochila con víveres de emergencia, una linterna y botellas de agua almacenada, pero no tiene sentido que estas estén guardadas por mucho tiempo, en mi caso las uso para el consumo diario: a medida que las vacío, las voy rellenando. Ahora sólo me falta la radio a pilas y la esperanza de que algo similar a lo del 27 de febrero de 2010 no vuelva a ocurrir. ¿Es mucho pedir?
Hasta una nueva edición.
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