Amigas y amigos lectores del ILUSTRE CESANTE, les advierto que estoy escribiendo estas lineas antes de que a algún iluminado promueva una ley que impida escribir columnas de opiniones.
Quiero ser directo, por tanto partiré formulando la siguiente pregunta: Cuando elegimos a nuestros representantes ante el gobierno ¿Le entregamos en bandeja de plata nuestra capacidad de tomar nuestras propias decisiones? Al parecer asi es: En estos 4 meses observamos como algunos genios tratan por todos los medios de figurar con ideas adornadas con espectaculares pirotecnias pero mal explicadas, que están lejos de ser entendidas por el ciudadano común debido a que emplean rimbombantes tecnicismos y términos ambiguos que dan cabida a numerosas interpretaciones, que siquiera el autor de la misma idea puede explicar de forma simple o convincente... si es en verdad el autor de dichas ideas, tomando en cuenta que sus ideas son extraídas de internet o las leyó de soslayo de los informes entregados por sus asesores. Lo mas probable es que nos están estafando y no nos damos cuenta porque cada vez una parte importante de las nuevas generaciones no tienen la capacidad de informarse, comprender y formular una opinión propia de forma critica y objetiva: solo se dejan llevar por la corriente.
La moda hoy de quienes malutilizan el poder que reciben de una población mal informada, es la búsqueda de prohibir cual padre sobreprotector a sus hijos, mediante el impulso de ridículos proyectos de leyes que son caldo de cultivo de las burlas en las redes sociales. Dichas leyes prohibitivas evidentemente son un insulto a la inteligencia de las personas porque estos legisladores ingenuamente creen que las leyes pueden doblegar las costumbres que ya son muy arraigadas dentro de la comunidad. No se ganaran la santidad con estas acciones, pues reciben remuneraciones muy elevadas para la mediocre tarea que cumplen.
Por ende, somos un pueblo de súbditos, como lo define Rousseau. Somos unos párvulos que no podemos ver a nuestros representantes a los ojos y notar si son capaces de cumplir responsablemente con la tarea que juraron cumplir al servicio del país. Mientras no asumamos nuestro rol como verdaderos ciudadanos, no seremos un país desarrollados y la desigualdad social y económica será aun mas profunda, la educación seguirá siendo dispar y de calidad dudosa, y nos seguiremos conformando con lo que el nuevo hacendado nos quiera dar. Y lo que es peor: la perpetuidad de la inoperante casta política que nos seguirá mirando como a idiotas.
Hasta una nueva edicion.
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