Desde fines de diciembre del 2010 he tomado la iniciativa de formar un pequeño taller de artes marciales que aprendí en la universidad y que he estado practicado en Concepción. Luego de un tramite que duró semanas, finalmente conseguí a través de la oficina municipal de deportes, la ansiada autorización para hacer uso de un gimnasio perteneciente a un liceo de Arauco. Hasta ahí todo bien.
Las condiciones de dicho recinto para las prácticas deportivas para entonces eran deplorables: el suelo salpicado con vidrio de los focos rotos que cuelgan amenazantes del techo de dicho recinto y de los cuales sólo uno funciona bien, ambiente maloliente, paredes agujereadas, rincones transformados en baños improvisados, colchonetas húmedas, y plagado de basura. Deprimente.
Por fortuna las cosas han cambiado y el gimnasio ha mostrado mejorías, dado que el municipio y el liceo se han preocupado de su mantención. Pero la labor de mi taller ha sufrido problemas: como no hay un supervisor después de las 18 horas, era frecuente encontrar el gimnasio cerrado a pesar que es de conocimiento público que existe un horario establecido de antemano que existen talleres deportivos que funcionan por la tarde y noche. Lo peor de todo: de la nada aparecen jóvenes que ocupan el gimnasio como si nada, ignorando los horarios y haciendo uso de la cancha sin pedir permiso a nadie. Muchas veces al encararlos argumentan que "les pidieron permiso a un cuidador" el cual previamente les había advertido que sólo después de las 21 horas el gimnasio estará disponible.
La semana que termina, una empresa donó al gimnasio 4 focos nuevos, lo cual significa un mayor cuidado del gimnasio. Eso en el fondo significaría que las puertas del mismo permanecerán cerradas y su uso limitado. Por fortuna ya tengo acceso a dicho recinto, y espero a no encontrarme con las mismas sorpresas que perjudican el aprendizaje de mis alumnos en el kendo.
Hasta una nueva edición.
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